El Silencio del Hierro

motivación del director/a

En mi infancia, en el estado de Minas Gerais, Brasil, me di cuenta de que los adultos que me rodeaban estaban tristes. En algún momento, me pareció que el carácter melancólico de mi estado estaba relacionado con la minería, la actividad industrial fundacional de la colonización en nuestro territorio. La actividad minera prometió progreso y riqueza a lo largo de los años, pero probablemente sólo aportó dinero al Norte Global. Para nosotros, supuso la pérdida de vidas, paisajes e identidad. Los desastres y crímenes son numerosos a lo largo de los años, como hemos visto recientemente con el colapso de las presas mineras en las ciudades de Brumadinho y Mariana. Una mirada a la historia señala un pasado lleno de crueldades humanas y devastación de la tierra. Y nosotros, nacidos en Minas Gerais, somos llamados «mineiros» o «mineros», en español. Este nombre ya establece una relación mercantil y extractiva con nuestra propia tierra. La característica melancólica parece realmente adecuada para esta gente. La investigación sobre la minería y el ethos de los habitantes de Minas Gerais se convirtieron en el centro de mis intereses. El silencio del hierro» es un trabajo de muchos años que implicó investigación, viajes, intercambios y escuchar a otros “mineiros” de ciudades mucho más devastadas que la mía. Fue un reto encontrar soluciones cinematográficas interesantes para un tema tan duro, exasperante y personal. Me di cuenta de que a menudo nosotros mismos no comprendemos el alcance de los crímenes y los impactos de una actividad tan violenta como la minería; todo se normaliza. De ahí surgió la elección de una perspectiva infantil, que no naturaliza el mundo. Por otro lado, estaba la búsqueda de imágenes de archivo, que ensalzaban el progreso prometido de formas tan manieristas que hoy pueden parecer incluso irónicas. Y, por último, un minucioso trabajo de reflexión y concepción de dispositivos artísticos que pudieran retratar de algún modo la complejidad personal que la minería promueve en nuestras vidas. Al final, este cortometraje sólo se realizó gracias al esfuerzo y al intercambio con muchas personas. Con Yasmin Guimarães y Daniela Cambraia, compañeras de pensamiento y realización, fueron días y días de conversaciones, de escribir versiones de textos, de viajar, de buscar archivos. Y hubo muchas historias compartidas con cariño y generosidad, mucha gente habló y pensó junta, lo que ayudó en el rodaje. El silencio del hierro» tenía algo muy colectivo, como creo que debe ser el cine.