“Un amigo me lo presenta a Américo, ellos son vecinos de La Paternal. Américo tiene una parrilla y él me decía: ‘Vení a conocerlo es un fenómeno, cría palomas mensajeras y juegan carreras con otros colombófilos’. Y como uno siempre anda buscando historias que contar, fuimos un día a comer y ahí arranco todo”, le explicó a Télam el director, que cuenta en su pasado con cintas como “Yo sé lo que envenena” y “Tomando estado”, entre otras.
Américo encontró en las palomas la recuperación a sus adicciones. Su vida gira en torno a su pasión, acompañado de su esposa, hijas y varios amigos. De chico, ingresó a ese mundo gracias a José Valletta, padre de Oscar, de quien luego se hizo amigo y con quien compite en las carrearas de palomas.
“La investigación y el rodaje se fueron dando al mismo tiempo que filmábamos, primero hablando con Américo y con otros colombófilos, ahí lo conozco a Oscar Valletta. Empezamos a ir a las asociaciones colombófilas y ahí nos reciben y nos cuentan cómo funciona todo el mundo de las carreras”, dijo Sosa.
La relación de estos dos personajes es sumamente atractiva. Ambos personifican al porteño de barrio, ese sobreviviente moderno de los arrabales de comienzo del Siglo XX. Fumadores empedernidos y cafeteros, discuten de fútbol y política como si fueran enemigos, pero se abrazan y ayudan cuando de palomas se trata.
“Nosotros arrancamos filmando a Américo -acotó Sosa- y a las palomas como actividad, conocer a Oscar y ver la relación que tienen juntos, que corren y compiten, el pasado en común, hizo que vayamos para ese lado. Lo hermoso y difícil a la vez del documental es lo que te vas encontrando en el camino y ahí vas direccionando buscando que ‘Don cine’ aparezca. Y también que las intenciones sean recíprocas, porque uno no controla nada, a diferencia de la ficción que tenés un plan diario, un actor que va venir”.
La relación entre ambos fluye y la necesidad y cariño mutuo impulsa a dos personajes sumamente queribles como sinceros. De Américo se sabe que vendió su carnicería y se fue a vivir a Brasil para escapar de las adicciones. Sin embargo, su plan no salió tanto como se lo esperaba y terminó juntando y vendiendo basura en las calles del vecino país.
“Si Oscar no hubiera aceptado estar -dijo el director-, ésta, quizá, sería otra película. Por eso uno lo intenta y espera que salga, en este caso, creo que es mi mejor película porque se logró algo tanto desde lo estético como de lo humano, que es muy difícil. A veces no sale”, sostuvo el realizador.
Télam: Qué fue lo que más te llamó la atención de ese mundo?
Federico Sosa: Una cosa increíble es como la paloma esta aquerenciada a su palomar, entonces desde cualquier lugar del país que la larguen, vuelve. A mí me dio esa cosa poética, medio tanguera también, que está metida en el ADN argentino, esta idea de volver a la casa de uno. Del amor por lo propio y algo de eso hay también en la vida de Américo, él se va a Brasil y está diez años allá y después vuelve a la casa de su infancia. La idea de quiénes somos, de cuál es nuestro lugar, son preguntas que siempre están de alguna manera en mis películas.
T: También se trata de una película de anhelos y amistad.
FS: Si, con respecto a los anhelos son los mismos de uno, lograr hacer lo que te apasiona. Nosotros los que hacemos películas muchas veces pensamos, que al hacer una película vamos a cambiar el mundo o que vamos a transformar al espectador, es la misma locura que un tipo en una terraza lo veas esperar una paloma que viene de 800 kilómetros y su mayor felicidad es verla llegar. No si ganó o perdió, sino solamente verla llegar. Con lo de la amistad también se podría decir que es la película de dos amigos, que el padre de uno de ellos, Coco Valletta, los inició a los dos cuando eran niños en el amor por las palomas y esa amistad continúa hasta el día de hoy, a pesar de lo diferente que son.
T: ¿Cómo hacen para mantener a las palomas viviendo en la ciudad?
FS: Los colombófilos tienen palomares en las terrazas de sus casas y en general son barrios que no tienen edificios alrededor, son animales que están cuidados y medicados. Llevan un entrenamiento diario cuando viene la época de las carreras, que se llama vareo, y eso es que las sueltan todos los días y vuelan en círculos arriba del palomar. Son atletas de alto rendimiento, similares a un caballo de carrera como ellos las llaman.
Fuente: telam